El señor de los machetes.

En una calle desolada, de esas que casi no hay en la capital, dos seres discuten sobre su situación sentimental. Las acusaciones no dejan de salir a la luz, un tenue sol cae sobre el puente peatonal que los cubre de las miradas curiosas.
El tren ligero pasaba a tiempos regulares, las miradas se cruzaban continuamente y las lagrimas no dejaban de brotar. La desesperación y desilusión se expandía en el ambiente.

Tú me prometiste decirme siempre la verdad, yo negaba con la cabeza y las lagrimas brotaban sin cesar. En tu desesperación buscaste la manera de calmar mi llanto, lo único que se te ocurrió fue decirme la verdad, el trasfondo de tus acciones, de tus palabras y actitudes...tu forma de pedir perdón fue revelarme tus verdaderos planes...

Un señor con machetes nos observaba y afinaba sus instrumentos.

Sólo espero que no sea una fantasía más de parte tuya, para calmar el dolor de mi pecho...